Su hijo se ha despertado en mitad de la noche. Lleva el pijama manchado de vómito. Ella comprueba que no tiene fiebre. Le pone ropa limpia y le hace un hueco en su cama porque el niño continua alterado quejándose de que le duele el estómago. Ella sabe lo que le pasa. Pero no quiere decirle nada aunque le gustaría poder compartir sus temores nocturnos con él. Recuerda en silencio mientras pasa el brazo por la cintura de su hijo.
Desde el juicio por la custodia, su padre les amenazaba veladamente día sí y día también. Les esperaba en la puerta del colegio, se lo encontraban sentado cada tarde en un banco del parque… Y lo peor, se plantaba durante horas frente a la casa, observando, inmóvil como un fantasma. Con el rostro rígido y los ojos perdidos en su propia oscuridad. En comisaría le dijeron que no podían hacer nada para impedirlo, pues él no se mostraba violento. No parecía peligroso, tan sólo un padre dolido con ganas de ver a su hijo.
Ella les explicaba que él había renunciado a cualquier contacto con el niño. Por eso estaba preocupada, porque no entendía a qué venía tanto control entonces. Su familia comenzó a acompañarles a todas partes y sus padres se trasladaron a vivir a su casa. Sin embargo, tras un año comprobando que él no se acercaba a más de doscientos metros, dieron por terminada la prevención.
A partir de entonces, ella estuvo más inquieta que nunca. Porque había pasado un año. Un largo año en el que él no había reducido un ápice la obsesión por ellos. Clavando sus ojos desde la distancia. Mostrando la negrura de su interior. La misma de la que ella quiso escapar cuando se divorció.
Se habían quedado solos otra vez y tuvo que recuperar sus hábitos de antaño. De nuevo, ella vigilaba su espalda echando mirando furtivas mientras caminaba. Revisaba la casa con un cuchillo en la mano cada vez que volvían. Incluso cuando subían al coche, no podía evitar revisar el asiento trasero. Lo peor era asomarse a la ventana y encontrarse con aquellos agujeros negros en el otro lado de la calle. Parecía que su boca desaparecía, que su nariz se volvía invisible, sólo existían sus ojos.
Tres meses.
Seis meses y dejó de comer completamente. Un nudo, creado lentamente día a día, creció en la boca de su estómago y no le permitía ingerir nada sólido. Su familia se alarmó, le recomendaron acudir a un psiquiatra. Si continuaba así la hospitalizarían. Podrían declararla incapacitada para cuidar de su hijo… Bla, bla, bla. Todo el mundo pensaba que ella era su propio problema y, por más que lo intentaba, no comprendían que él era quién la estaba consumiendo poco a poco.
Llegó a la conclusión de que ese espionaje a la vista de todos respondía a un plan maquiavélico. Hacerle daño quitándole a su hijo quizás volviéndola loca, quizás enfermándola consumiendo su salud. Para ella fue evidente que aquello era una cuestión que debería resolverse entre ellos dos y que no había tiempo que perder. Esperaría unas semanas. La pérdida de peso le había debilitado y tenía que recuperar fuerzas.
Su hijo acababa de vomitar aquella noche porque el filete le había quedado algo crudo y le estaba costando digerirlo. Le entendía perfectamente. Durante casi dos años su estómago había estado en manos de aquel hombre fantasma que les vigilaba al otro lado de la calle. Sin embargo, para ella, por fin, el nudo ha empezado a deshacerse. Y podrá volver a comer sosegada para siempre.
El congelador está lleno de carne. Un poco mal cortados, pero los filetes lo ocupan todo. Ya no necesitá asomarse por la ventana porque aquellos ojos espesos ya no les miran. O quizás sí. Pero ahora desde el frigorífico. El hombre que les había arrebatado el apetito les alimentará durante un largo tiempo. Es cuestión de tiempo que su hijo se acostumbre.
Esther Paredes Hernández
Barcelona, 16 de Enero de 2018
BUEN RELATO
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Mira que yo soy de adelantarme a los finales de los cuentos pero me la has colado 🙂 Muy bueno 🙂
Me gustaLe gusta a 2 personas
Jajajaja me alegro!! Muchas gracias 😍😘😘😘
Me gustaMe gusta
Excelente, como siempre. Estas guapa con pelo, sin pelo y hasta vestida de torero..
Dicen que tu nombre es un canto a la victoria, puesto que las estrellas están en lo más alto del cielo, incluso más que el sol, y solamente la gente de éxito puede llegar hasta ellas.
Un beso para ti y tu familia guapa.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Ooooooohhhh ❤❤❤❤ muchas gracias por los halagos! Es difícil mantener la autoestima alta con tanto cambio físico… y emocional. Un beso grande de vuelta. 🌷🌷🌷Y millones de gracias por leer y comentar.
Me gustaLe gusta a 2 personas
La que vale, vale.
Me gustaLe gusta a 2 personas
😁😁😁😎😘😘😘
Me gustaMe gusta
Vaya relato duro, me ha recordado, no sé por qué, al videoclip de Animal Instinct. Quizá porque esta semana nos ha dejado la cantante. https://www.youtube.com/watch?v=TX6Ic2IMi3E&list=RDTX6Ic2IMi3E&t=9
Espero que ya que se apuntan al canibalismo, se animen a hacer un buen carpaccio o unas albóndigas en salsa.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Hay personas que ni cocinadas se pueden digerir. Qué decidan ellos qué les va mejor a su trauma, les he liberado de mi influencia una vez se han preparado para dormir tranquilos. Muchas gracias Fer! Tus comentarios siempre me aportan mucho!
Me gustaLe gusta a 2 personas
Muy buen relato. Breve, pero intenso. Me ha gustado mucho. Un saludo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias por leer y por tu bonito comentario!! Un abrazo! 😍😘😘😘
Me gustaLe gusta a 1 persona
Qué pedazo de relato!! Defensa propia (tiemblo al pensar en mí «confuso» sentido de la justicia). El vídeo «animal instintc» también muy ilustrativo. Un súper abrazo, aprovecho para darte, querida Esther
Me gustaLe gusta a 2 personas
Muchas gracias por leer y por este comentario tan generoso! Sí a veces yo también imagino cuáles son mis límites con la justicia… Me llena tu abrazo, otro grande de vuelta ❤️❤️❤️😍
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muy crudo y tan real, que hasta parece que pasara de verdad, Hermosa Esther
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias por leer mis textos y comentar con tanta generosidad. Feliz de compartir mis sentimientos contigo.
Me gustaMe gusta