¿Tienes miedo?

¿Tienes miedo, Sara? Deberías.

Buscamos sentirnos seguros en nuestro hogar. Por eso, cuando llega la noche y el silencio espeso se instala como una niebla viva que recorre los pasillos y los dormitorios, queremos creer que las sábanas nos protegen de las garras y de los dientes de aquellos que no han sido invitados. Actuamos como si la cama fuese un perímetro impenetrable y la lámpara de la mesita de noche, un cañón capaz de desintegrar las sombras que recorren las paredes o se asoman de debajo de la cama. Qué ilusos somos, bajamos la guardia y nos dormimos quedando a merced de la oscuridad que nos acaricia los tobillos, las piernas y el cabello sin pedirnos permiso.

Hace unos meses comencé a perder el consuelo del sueño. Las sombras comenzaron a dormir a nuestro lado y se introducían en el interior de mi marido con la intención de hacerle cambiar. Debía quedarme vigilando mientras falseaba el ritmo de mi respiración para que David creyera que estaba dormida. Mantenía los ojos abiertos, en la negrura del dormitorio, para poder defenderme si algún peligro saltaba sobre mí. Esa negrura fue mi aliada.

Fui ajena a lo que sucedía hasta que David me lo advirtió una fría mañana. «¿Tienes miedo, Sara? Deberías. Algo sucede en nuestro dormitorio cuando cae la noche y aparecen las sombras. Mis manos no me obedecen, mis piernas tampoco. Surge en mi cabeza la idea de hacerte daño e imagino mil y una maneras de torturarte.» Lloré por mí, por nosotros. Mantuvimos largas conversaciones, intentando descubrir de dónde surgían esos pensamientos, de qué angustia se nutrían. «Creo que no soy yo, son ellas, las sombras que ocupan las esquinas de nuestra habitación. Quizás siempre estuvieron ahí, supongo, aunque no sé por qué las siento ahora.» Por supuesto, pedimos ayuda a diferentes médicos y David se sometió a pruebas e interrogatorios confiando poder acabar con la pesadilla, pero no obtuvimos respuestas.

Y cada noche continué despertándome con sus gritos cargados de frustración, de ira y de terror. Vociferaba a entes, invisibles para mí, que no conseguirían obligarle a hacerme daño. Una madrugada, cuando la luz del sol rozaba el horizonte con timidez, pude observar unas siluetas que se alzaban en las esquinas de la habitación y entendí por qué David estaba al borde de un abismo. Debía averiguar qué eran y que buscaban de él.

Aprendí que las sombras no tienen una forma reconocible y emanan rabia porque se alimentan de los secretos enterrados. Fue una dura enseñanza que no acabó bien. Una noche, mi marido dormía con una respiración más brusca de lo normal, entrecortada, y eso me puso en alerta. Pude percibir cómo ellas se introducían por los agujeros de su nariz y de sus oídos. David se incorporó con fuerza y alargó los brazos agitando las manos como si alguien, algo, le estuviese asfixiando. Intenté ayudarle. «¡No me toques! ¡No quiero hacerte daño!» Él no pudo soportarlo más y, entre lágrimas, me dijo que debíamos separarnos o acabarían matándonos el rencor y el dolor que habitaban en nuestro dormitorio.

¿Tienes miedo? Deberías tenerlo si quieres sobrevivir a las sombras que nos asaltan durante la noche, mientras crees que duermes en un territorio seguro tras la muralla de la realidad. En la oscuridad, la maldad busca nuevos aliados y, si te resistes, su odio te devorará por dentro hasta que dejes de servirle.

David, según creo, duerme con otra mujer y las sombras han dejado de buscarle porque su objetivo fui yo desde el principio. Las sombras, que anidan en los rincones de mi habitación y a las que continúo alimentando, están acabando conmigo. No opongo resistencia a mi destrucción, pues ya nadie duerme a mi lado para protegerme de mí misma.

Esther Paredes Hernández.

31 respuestas a “¿Tienes miedo?”

  1. Bueno, ahora tiene que lidiar sola con sus demonios. después de leerte, voy revisar el cuarto de arriba abajo por si acaso. Muy buena tu historia. Me place leerte. Saludos.

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    1. Jajaja sí, no está de más por si acaso. Muchas gracias por tus comentarios siempre. Lamento ser tan tímida como para hacer lo mismo con tus textos o los de los demás. Leerte me ayuda a abrir la mente, aprender y sentir. 🌹

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  2. Pues sí que me ha dado miedo 😥

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    1. Jajajaja pues siento decirlo, pero me alegro. Muchas gracias por leerlo y por comentar! 🤗🌹🌹🌹

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      1. No lo sientas que me encantan. No sé porqué nos resulta tan atractivo algo así, es como el otro lado del espejo que no nos atrevemos a cruzar nada más que en sueños. 🤷🏻‍♂️

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      2. Me parece genial como lo has definido. ¡No puedo estar más de acuerdo!

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  3. 🌹🌹🌹🌹

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  4. Tus cuentos son largos poemas que se cuelan en las entrañas, en el pecho, en la garganta. Mezcla de belleza y horror, de una calma estética, y el más profundo desasosiego. No sé cómo lo consigues. Son especiales y únicos.

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    1. Muchas gracias! Lo mismo digo de tus generosos análisis de mis relatos. ❤️❤️❤️

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  5. El miedo es una sustancia viscosa de apariencia pegajosa y negra, muy negra. La luz sólo la esconde debajo de la cama o dentro muy dentro donde no reconoces su existencia, no suaviza sus pasos por obra de tus pensamientos, no aligera su frío a través de tu piadosa mirada, sólo quiere vivir de tus estertores y ése éxtasis de muerte.

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    1. Uffff muchas gracias, me ha estremecido tu comentario que es un poema intenso y hermoso 🌹🌹🌹

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      1. Los comentarios son miedos a los cuales te puedes atrever a desafiar.

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      2. 🥰🥰🥰 leer los comentarios no me da tanto miedo como hacerlos cuando leo vuestros blogs. Me parecen textos tan buenos que siento que cualquier cosa que diga parecerá una simpleza. Pero es cierto que hace un tiempo que he asumido que debo hacerlo, aunque tema estropear la magia del momento tras la lectura. 🌹🌹🌹

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      3. Tranquila amiga, ese paso también cuesta dar, una vez ahí, es una nueva plaza y siempre será amplia para recibir miradas, la interacción sucede y ayuda, recoges palabras de apoyo y hasta caminas acompañado en el proceso creativo.

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  6. Eres guapa hasta vestida de lagarterana,…

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  7. Como siempre y una vez más, no me sorprende la imaginación de una bella dama; …los disparadores desorbitados en reducto estado, los sustantivos que nombran los efectivos escudos protectores, o no distinguir entre la siesta, o la noche, pues de seguro siempre le cabera el mismo reproche…entonces recuerdo… de anoche, no estoy en un lecho de matrimonio, mis brazos lucharon a diestra, como siniestra, la tempesta de un ego energúmeno desolado…
    Abrazo enorme desde lejos ☺

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    1. Como siempre y una vez más, muchísimas gracias por leerme y comentar con tanta emoción. Un fuerte abrazo 🌹🌹🌹

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  8. ¡Hola Esther! He estado un poco perdida por aqui, pero siempre pensando en mis amigos de letras, y como siempre leer lo que escribes me llega al alma, en fin… qué es el miedo? Creo que es un común denominador de todos los que estamos vivos.
    ¡Un abrazo para ti!

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    1. Elia, te he echado mucho de menos todo este tiempo ☀️🌹

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  9. Me sentí identificado. Muy bueno. Saludos.

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    1. ¡Muchas gracias por leerlo y por el comentario! 🌹🌹🌹

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  10. Me ha puesto la piel de gallina y me ha gustado… mucho

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    1. Muchas gracias, me alegra mucho saber que te ha gustado 🤗

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